¡SALUD POR LOS PINGUINOS!

Ufff, dejé pasar los días y los acontecimientos para poder hablar más acabadamente de este tema, de este gran tema del que ya nadie, nadie puede hacerse el desentendido y que, sin duda, a muchos ya los debe tener un poco agotados.

Pero más allá de los ánimos momentáneos que provoque en la opinión pública este movimiento de los secundarios, que se ha visto desgastado estos últimos días, y también muy querido así por los medios de comunicación pertenecientes al oficialismo como a la oposición para desvirtuarlo, cabe recordar que este ha sido y es un movimiento histórico iniciado por los estudiantes secundarios y que luego de unos días pasó a ser el movimiento de universitarios, profesores, codocentes, padres y apoderados y finalmente de la población toda, es decir, un movimiento social en plenitud, que explosionó ante tanta desigualdad educacional. Lo evidente ya estaba en la agenda nacional: La educación chilena está en estado terminal, no aguanta más y hace mucho tiempo.

Lo más paradójico de todo es que quienes pusieron el tema en el tapete y prácticamente abofetearon a los políticos y la sociedad sobre ello, fueron quizás el eslabón más débil en toda la escala jerárquica educacional: Los estudiantes secundarios.

Lo que se vislumbró inocente y cómodamente como una protesta más dentro de un sistema democrático donde éstas se pueden suceder, al cabo de unos días, terminó por despertar de su letargo y sencillamente parar de una patada en el culo a toda la clase política, a los tecnócratas educacionales y al ciudadano mismo. Sí, señores, Usted y Yo fuimos abofeteados, llamados a despertar de un momento a otro por estos niñitos, por los pingüinos, por esta juventud a la que tanto se le menosprecia y prejuzga. La llamada generación de los que “no están ni ahí” fue irónicamente quienes hincaron el diente donde más nos duele, donde se hiere a la sociedad por completo, en sus bases, en la Educación. Y para mala suerte de la masa falta de crítica, tenían la razón.

Jóvenes criados en democracia, ya prácticamente ajenos a toda nuestra oscura historia dictatorial, fueron quienes dijeron ¡Basta! Llegamos hasta aquí y pasó lo que tenía que pasar, primero fue el Instituto Nacional, lo siguió el Aplicación y así sumando todos los colegios emblemáticos del Gran Santiago y en las regiones lo mismo. Efecto dominó.

Sus demandas en un principio eran claras, gratuidad del pase escolar y de la PSU, pero aquéllas sólo eran la punta del iceberg. Los secundarios vieron el poder de su convocatoria y la adhesión que provocaron en la población, por lo que se atrevieron a más y lo consiguieron: Analizar las reformas de fondo que explican en gran parte la mala calidad y la desigualdad educacional que existe en Chile, llámese la ley LOCE, la revisión de las Jornada Escolar Completa y la desmunicipalización de la educación para que esta pase a manos del Estado, y eso que estas no son todas las causas.

A pesar de que los desordenes en la calles preocuparon en un comienzo, fue a la segunda semana cuando el movimiento estudiantil cambió de estrategia y para no seguir corriendo más riesgos con tanto carabineros repartiendo lumazos a mansalva, decidieron parapetarse en sus colegios y llamar a la conciencia interna. Ese fue precisamente el punto que les dio el espaldarazo final de la toda la ciudadanía y de todos los políticos oportunistas que salieron a adularlos por sus serias demandas. Claro, los secundarios hacían el trabajo que les correspondía a ellos, quizás por eso tanto aplauso.

Y el caso es que el 92% de los estudiantes (más de 3 millones) asiste a colegios, financiados con los impuestos de todos los chilenos, vía subvención de 30 mil pesos mensuales por cada alumno que va a clases. Vamos por partes y veamos cómo se reparte esta enorme cantidad de estudiantes: Un 50% de los estudiantes asiste a los 6.138 colegios municipales y un 42% lo hace a los 4.084 establecimientos privados subvencionados (datos del informe “¿Cómo se financia la educación en Chile?”, de Mario Marcel y Carla Tokman, 2005). El resto, el 8%, son los privilegiados que van a los 930 colegios privados que no reciben subvención estatal y que sus padres están en condiciones de pagar los 150 mil pesos, o más, de mensualidad. Ellos son los que consiguen la mejor educación y los otros son los que están condenados a la mediocridad, con honrosas y escasas excepciones.

Si bien la cobertura educacional se ha cuadruplicado desde 1990, este énfasis de cuantificar, es decir, de diseminar colegios por todo el país ya se cumplió hace mucho. Lo nefasto es que fue un aumento cuantitativo y no cualitativo, la calidad se fue quedando postergada sobre todo en los colegios municipales y subvencionados, donde estudia el 92% de los chilenos. Donde cualquier sujeto, llamado “sostenedor”, con 4to medio rendido puede poner un colegio y hacer su negocio recibiendo subvención de nuestros bolsillos, y claro está que sus fines rara vez son educacionales, salvando excepciones de buena gestión. Para ejemplo, un botón: El 67% de los colegios particulares subvencionados corresponde a un sostenedor que tiene un solo colegio, casi como pequeños comerciantes que tienen un minimarket o como los microempresarios de la locomoción colectiva con una sola máquina.

Y claro, al otro lado de la cancha, los colegios particulares que imparten clases y en general buena educación al 8% de nuestros niños han pasado a ser verdaderas cofradías sociales, económicas y hasta étnicas. Donde cada establecimiento se puede dar el lujo elegir a sus alumnos con pinzas, según estos requerimientos donde importan los apellidos, el trabajo del papá, la situación matrimonial de los padres, el pasar económico y el barrio de procedencia. Situación “filtro” que también se repite en el 75% de los colegios subvencionados y en el 50% de los municipales, por supuesto que los buenos colegios municipales piden esto. Todos estos elementos se conjugan en un círculo vicioso donde muchos niños sin muchos recursos son perjudicados y destinados a mala educación, que lo perseguirá de por vida en su quehacer adulto.

El tema da para mucho más, pero ya hay muchos párrafos y los pajerillos se aburriran pronto. Ahora, como está el conflicto hoy, es de esperar que los alumnos entiendan que de cualquier forma ya han triunfado y le doblaron la mano al Gobierno de turno al cruzar la agenda social con el tema educacional. Si bien las medidas anunciadas por Bachelet cubren parte de los problemas, como otras sólo lo parchan, las verdaderas decisiones de fondo estarán en manos de los parlamentarios. Quienes tendrán a su cargo las demandas de fondo como la modificación de la LOCE, JEC y la municipalización de la educación, que también podría pasar a ser administrada regionalmente o en conjuntos provinciales para mejorarla.

Ahora, cuando la mayoría está de acuerdo en los cambios de fondo que debe sufrir la educación chilena para terminar con la desigualdad y marginación educacional, es ahora cuando los políticos pantalleros (derecha e izquierda) que tanto se llenaron la boca apoyando a los estudiantes deben ACTUAR y LEGISLAR para el bien común, que más que mal, es su trabajo y bastante bien remunerado.

El comité consultor que conformó Bachelet puede tener mil peros, de número de integrantes, de calidad de ellos, etc. Pero recuerden que sólo ellos propondrán y sugerirán formas y métodos para estos cambios, las transformaciones de base y calidad están en manos de los señores legisladores. De quienes un día fueron tirados por las orejas por los adolescentes del país, quienes a parte de ya haber hecho historia, no sólo velan por sus propios intereses, ya que con suerte les quedan un par de años para egresar de educación media, sino que han hecho historia y alzado su voz con dignidad y conciencia, no sólo por ellos, sino que ya han mejorado la educación de nuestros venideros hijos y de las próximas generaciones. ¡SALUD POR LOS PINGUINOS!