domingo, noviembre 21, 2010

Paraíso Ahora, Reflexión Inmolada

Publicado en www.culturart.cl

Quizás, parte del público que entró a ver esta película palestina sobre jóvenes suicidas, lo hizo con la idea de que se encontraría con unos cuantos baños de sangre contados desde una perspectiva más in-situ, claro, al ser un filme de la región misma donde se liberan los enfrentamientos palestinos-israelitas. Más aún con la notoria leyenda que se leía en la publicidad de los cines, la cual rezaba: "24 horas en la mente de un Kamikaze".

Pero no. La apacible vida de dos amigos de infancia en la ciudad palestina de Nablus, transcurre tranquila hasta que son contactados para cumplir la misión suicida, su destino para llegar a la libertad espiritual, según sus preceptos. Ni siquiera la aparición de Suha en la vida de Said es capaz de salvarlo del destino que él mismo se fabrica, al contrario de su amigo Khaled, quien logra ver más allá del golpe inmediatista que significa inmolarse en un lugar público enemigo. En este caso, la ciudad israelí de Tel Aviv.

Una historia llena de contradicciones y paradojas, partiendo con la misma aplicación del plan suicida que falla en distintas partes y que termina por separar a los compañeros, situación que aprovecha de dejar en el tapete las necesarias dudas y replanteamientos que supone un atentado kamikaze: muerte por más muerte, venganza por venganza, un camino sin retorno. Como el que viven hoy Israel y Palestina.

Muy por el contrario como muchos dijeron, esta película no justifica el terrorismo por justificarlo, lo enmarca en una realidad social cruda y asfixiante en la que vive el pueblo palestino y en las escasas oportunidades laborales que vive su gente. Y claro, una de las vías de escape es prestarse como "bomba- humana" para inmolarse en nombre de Alá y la liberación de su pueblo.

Paraíso Ahora, más bien, humaniza una realidad desde su interior y la expone a una sociedad cada vez más habituada a este tipo de hechos que se repiten día a día tanto en 'Tierra Santa' como en Irak. Si bien, una sociedad polarizada por el dolor y la tragedia no puede abstenerse de sentir sed de venganza y justicia, hay muchos que ven otra salida, como Suha, y otros no ven otro fin que su sacrificio en beneficio de su lucha.

El director palestino Hany Abu-Assad, también guionista de esta premiada película (Ganadora del Oso de Berlín a Mejor película europea, y galardonada con el Premio del público y el Premio Amnistía Internacional en el Festival de Cine de Berlín 2005 y nominada a mejor filme extranjero en los pasados Oscar), busca desentrañar las temáticas sociales de su tierra y ponerlas en el tapete de la actualidad, asistido con actores palestinos novatos y desconocidos que hacen aún más creíbles sus roles y vivencias

Dirección: Hany Abu-Assad
Título original: Paradise Now
Países: Palestina, Holanda, Francia y Alemania
Género: Drama
Interpretación: Kais Nashef (Said), Ali Suliman (Khaled), Lubna Azabal (Suha), y Amer Hlehel
(2005).

viernes, enero 11, 2008

Efectos sociales de la Autocensura

Las graves restricciones que afectan al derecho a la libre información y expresión en Chile se originan, fundamentalmente, por la combinación de dos factores. Uno de carácter estructural: la extrema concentración de la propiedad de los medios masivos de comunicación social en manos de sectores conservadores. Y otro de tipo actitudinal: el desarrollo de una feroz autocensura.

Una de las cosas más nocivas de la autocensura vigente en nuestro país es la falta de conciencia que tenemos de ella. No la percibimos porque nos hemos ido acostumbrando a su silenciosa presencia. O, peor aún, la justificamos como un fenómeno de naturaleza económica y social. Si determinados temas, noticias u opiniones no aparecen en los medios –nos decimos- es porque no le interesan a la gente y, por tanto, al medio no le conviene económicamente publicarlos o exhibirlos.

Así, los medios consuman su victoria política y cultural. No solo impiden que los temas, noticias u opiniones que afecten al modelo neoliberal vigente, sean percibidos y analizados; sino que, además, logran que el conjunto de la sociedad no se dé cuenta o justifique aquello.

La autocensura se constituye, de este modo, en uno de los factores políticos cruciales para la preservación del modelo económico y social. De partida, los medios reiteran, implícita o explícitamente, que el nuestro es el único modelo posible en la actualidad y que es el que está vigente en todo el mundo globalizado. Poco importa que esto constituya una grotesca distorsión de la realidad. ¡Qué tiene que ver el modelo mercantil de salud, educación y previsión chileno; con los modelos públicos europeos o de muchos países latinoamericanos! ¡Qué tiene que ver el “plan laboral” chileno que restringe severamente los derechos a la sindicalización, negociación colectiva y huelga; con los de aquellos países! ¡Qué tiene que ver el Transantiago con los sistemas públicos de locomoción colectiva europeos que brindan una excelente calidad de vida a sus usuarios todos los días!

La virtualmente “orwelliana” reiteración de aquello hace que la generalidad de nuestra población (¡incluyendo los intelectuales!) se suma en una completa resignación y sumisión política. Más aún cuando la generalidad de los medios presenta todos los meses un conjunto de indicadores (casi todos macroeconómicos y provenientes de instituciones o medios de comunicación internacionales conservadores) que “demuestran” el notable éxito del modelo económico chileno, comparado con el resto del mundo y, particularmente, con los demás países latinoamericanos.
Para fortalecer el “pensamiento único” los medios de comunicación hegemónicos no solo omiten sistemáticamente determinados contenidos; sino que además se cuidan mucho que el material que presentan sea lo más anodino posible. Esto es, que desincentive una labor de análisis y síntesis del lector, auditor o telespectador. Para esto se presentan las noticias lo más fragmentadas posibles y sin contextualización histórica.

Se entrevista a los titulares de los poderes públicos o fácticos, sin indagar sobre sus eventuales contradicciones actuales o históricas. Hasta en la priorización y secuencia de los temas y noticias –particularmente en televisión- se da una uniformidad abrumadora.

Por otro lado, los escasísimos debates que se exhiben en radio y televisión se circunscriben –por lo general- a personeros políticos que están esencialmente de acuerdo en la mantención –con pequeños matices- del actual modelo económico neoliberal.

Pero, sin duda, donde la autocensura llega a un grado extremo es en el medio más relevante para la conformación de la opinión pública: la televisión. En este medio se excluyen los reportajes a fondo y los debates entre partidarios y opositores al modelo, sobre los diversos temas que más podrían ponerlo en cuestión: Desigualdad en la distribución del ingreso; duración efectiva de la jornada de trabajo; salarios y condiciones laborales de los trabajadores temporeros; decadencia de las PYMES a favor de las grandes empresas; desigualdad en los sistemas de salud, educación y previsión; etc.

En ella se excluyen también las voces de los dirigentes de los sectores populares: sindicatos, juntas de vecinos, centros de madres y juveniles, organizaciones indígenas, etc. Como asimismo, las opiniones de políticos, académicos e intelectuales que cuestionan el neoliberalismo vigente. De igual manera, los canales de televisión excluyen sistemáticamente de su programación la generalidad del cine chileno del exilio y los documentales con una mirada crítica de nuestra historia reciente.

Por otro lado, los canales alienan a los telespectadores con programas de farándula; “reality-shows”; teleseries sin contexto histórico y sin conflictos sociales o políticos; matinales llenos de frivolidades; exceso de programas futbolísticos; etc. Todo esto se ve reforzado por un bombardeo publicitario donde lo que menos importa es informar realmente al consumidor; ya que está destinado e exacerbar el materialismo y el consumismo, disminuyendo todavía más cualquier noción de crítica y solidaridad social. Como una suerte de compensación espiritual, los canales acogen la promoción de instituciones de beneficencia, lo que culmina anualmente con la Teletón.

La idea es contribuir a la formación de personas con cero espíritu crítico y plenamente adaptadas al sistema social vigente; y que canalicen sus energías exclusivamente a favor de sus intereses individuales; conservando, sí, alguna disposición caritativa por los menos favorecidos, que haga un poco más llevadera esta virtual ley de la selva en que se ha convertido la sociedad chilena.

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jueves, noviembre 29, 2007

Bolivia: Dos proyectos en juego

Bolivia está atravesando por uno de los momentos más críticos de su historia. La razón fundamental es que lo que está en juego son dos proyectos de Estado radicalmente opuestos: el de la elite de Santa Cruz vs el país pluricultural. Vamos por partes. La convocatoria a una Asamblea Constituyente fue llevada a cabo por el gobierno del presidente Evo Morales luego de que los movimientos sociales durante más de una década la solicitaran por distintos medios.


Una vez constituida, la tarea básica de los asambleístas era dotar al país de una nueva Constitución. Durante varios meses en la Asamblea se buscó llegar a acuerdos para lograr su cometido, pero consecutivamente la derecha utilizó artimañas para retrasar su trabajo e impedir el parto de una nueva carta magna.


La estrategia más eficiente fue introducir la demanda de Sucre como capital “plena” de Bolivia, reviviendo el conflicto histórico de hace más de un siglo a través del cual se trasladó la sede de gobierno a La Paz luego de una guerra civil. El gobierno ofreció una serie de concesiones a las instituciones sucrenses que fueron caprichosamente rechazadas con una lógica en el puro cálculo político. En una de las actitudes más antidemocráticas, grupos irregulares de Sucre, donde sesiona la Asamblea, impidieron sistemáticamente la reunión de los constituyentes.

Luego de varios meses de acción ilegal de estos grupos, la Asamblea tuvo que efectuarse en un recinto militar, con cordones de ciudadanos de todo el país y protección policial para cumplir su mandato. A pesar de la adversidad, los asambleístas lograron aprobar una Constitución que refleja las características multiculturales y pluriétnicas del país, incluyendo las demandas de autonomías departamentales e indígenas.

La derecha oriental se ha empeñado en desconocer la nueva Constitución en una táctica política que pretende desestabilizar al gobierno. Para ello ha realizado acciones completamente ilegales y secesioncitas, poniendo en riesgo la integridad de la nación. Claramente detrás del discurso autonómico está una oligarquía terrateniente que se juega la vida y su futuro.

El proyecto societal de la mal llamada “media luna” tiene al menos dos componentes. El primero es la autonomía, entendida como la manutención de las estructuras coloniales de administración pública en el interior del departamento, estructuras en las cuales, claro está, ellos son los más beneficiados. Así, no se contempla el reconocimiento de microrregiones y mucho menos de pueblos indígenas que tengan derechos en territorios también autónomos.

Un segundo elemento es el factor económico. La oligarquía cruceña había llegado a su techo, y su fortuna –alimentada sobre todo a partir de inversión estatal y favores ilegales en tiempos de dictadura– no podía ir más allá. En ese contexto se abrió la posibilidad de la exportación de gas por el descubrimiento de recursos hidrocarburíferos. La administración de esos bienes hubiera significado para esa elite una efectiva inserción en el mercado internacional y la consolidación de su poder en el ámbito local, nacional y global.

El proyecto popular, dirigido por el gobierno de Evo Morales, tiene una visión completamente distinta. Los dos aspectos que lo caracterizan son: por un lado, se propone una matriz de relación con los recursos naturales que quiebre con una ecuación perversa que primó en Bolivia: riqueza natural administrada por un grupo que la usa sólo para sus beneficios. Así, la inserción en la globalización económica no es responsabilidad de una minúscula elite que se aprovecha de los recursos para su propio beneficio, sino de una colectividad que debe responder a todos sus ciudadanos. Por otro lado, en lo cultural, se trata de un Estado multiétnico y pluricultural que reconoce distintos pisos societales y que tiene la obligación de buscar una legislación acorde para este tipo de país.

La confrontación tan violenta responde a la lucha por dos proyectos de país: uno arraigado en las estructuras coloniales de los siglos pasados que proyecta a un grupo terrateniente en el ámbito económico internacional con la administración de los recursos naturales; y otro de origen popular que busca la construcción de una República moderna, insertada en la economía global, pero con equidad y con el reconocimiento de la diversidad cultural y étnica en su interior.

Si la primera iniciativa elitista triunfa, el país habrá retrocedido dos siglos de historia. Si el proyecto de Evo Morales llega a buen puerto, Bolivia será la primera nación en el mundo que haya logrado administrar diversidad, unidad y equidad en un proyecto de nación moderna. Esperemos que eso le depare destino.

Instituto de Investigaciones Sociales- UNAM, México.
Hugo José Suárez.

martes, octubre 30, 2007

La Objeción de INconciencia



¿Desde cuándo las empresas hacen uso de la objeción de conciencia? Eso me pregunto. Ahora con esa misma excusa para no vender ni tener en sus estanterías la famosa 'píldora del día después' o Postinor 2, las más grandes cadenas de farmacias chilenas han puesto el grito en el cielo por la exigencia del Ministerio de Salud de tener a disposición de la población el fármaco en cuestión.

La exigencia del Minsal vino precedida de una multa a cada farmacia por cerca de 34 millones de pesos, una suma bastante insignificante para estos "monstruos" en su rubro.

Pero yendo al grano, es inusitado que una empresa -sobre todo con la responsabilidad sanitaria y en consecuencia social que cumple una farmacia- se adjudique el derecho de vender o no la pastilla, decidiendo "por todos".

El problema se agrava cuando esa decisión empresarial abarca, influye o perjudica a cientos, miles y millones de mujeres y parejas que no pueden encontrar el fármaco cuando la necesitan. Sí, porque es una "opción" recurrir al fármaco, y ese derecho está siendo negado por farmacias debido a su propia e individual oposición.

Toda mujer tiene el pleno derecho a decidir sobre su maternidad y esa esencial decisión es negada por dueños o directorios de farmacias como Salcobrand, Cruz Verde y Ahumada, que juntas concentran más del 80 % del mercado nacional.

Si bien existen variados métodos anticonceptivos para las parejas y así evitar un embarazo no deseado, está claro que recurrir a la pastillita es una última opción cuando no se han tomado las precauciones. Y claro está que quien no esté de acuerdo con la píldora no la tomará, aunque hipócritamente sí adquieren otros métodos anticonceptivos (pastillas, condones, anillos vaginales, parches, etc.)

¿O acaso los empresarios o dueños de farmacias se cuestionan, confiesan o autoflagelan cuando sus hijas o esposas adquieren mensualmente sus pastillas anticonceptivas, o peor aún, cuando han debido llevar a sus retoños o mujeres a realizarse un aborto, porque ya no hay otra salida?

Aparte de hipócrita y cínica, como es esa postura, ahora las farmacias nos hacen creer que ellos no incluyen a la 'píldora del día después' en su Formulario Nacional porque "el embarazo no es una enfermedad", y sus medicamentos son sólo para atacar "enfermedades".

Este argumento se cae a pedazos cuando sabemos que este comercio también vende las pastillas anticonceptivas que las mujeres que conocemos han tomado toda una vida, además de: condones, anillos vaginales, espermicidas, diafragmas y dispositivos intrauterinos (diu), los que ni siquiera previenen Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), salvo el condón. Prevención que sí daría un fármaco contra una enfermedad, pero ni eso hacen. Entonces su objetivo es finalmente impedir el embarazo, el que como "nos informaron" no es una enfermedad.

Ahora, observando el tema desde más afuera, estas actitudes que han sido recurrente entre grandes concentrados de poder y empresarios, siempre nos será común dándose cuenta que la mayoría de ellos corresponden a entes conservadores, que responden al mismo sector ideológico e incluso político, donde su irrestricta moral valórica (acuñada desde colegios y ambiente ultraconservadores) es disfrazada a menudo del infaltable doble estándar moral, cinismo y pacatería.

Por ello no debería extrañarnos estas actitudes supuestamente "Pro-vida" que adoptan de vez en cuando, cuando tratan de vender su concepto valórico a una población libre, soberana y que está cansada que la traten de estúpida.

domingo, julio 22, 2007

El ADN-Cínico

Estamos claros. Todos tenemos algo de cínicos dentro nuestro, y muchas veces, llevamos esa actitud en nuestro diario vivir. O quizás, sea parte de la idiosincrasia chilensis como ya muchos aseveramos. Incluso el hecho se ha "televisado", cuando distintos programas de televisión misceláneos han dado tiempo para reirse de nosotros mismos cuando entrevistan a algún santiaguino desprevenido y le consultan sobre un "personaje" de TV o famosillo.

En esos momentos aparece el transeúnte disparando a destajo contra lo pesado o estúpido que encuentra a tal o cual animador, modelo, futbolista, periodista, etc. En ese instante las preparadas cámaras enfocan al aludido, quien se esconde en medio de la multitud o detrás del mismo entrevistado. Ahí la cara del interrogado de deforma para "bajar el tono" de sus epítetos o para largarse a reír y así salir más amablemente del cacho. Allí asoman esas caritas con pequeñas sonrisas que casi piden disculpas o las palabras de buena crianza.

Pero yendo al grano, no es eso lo que me molesta o revienta - ya que todos tenemos esos casos de cinismo incorporados y necesarios también en muchas ocasiones- lo que me calienta (en el buen sentido) son esas personas que no dan puntada sin hilo para conseguir lo que desean y utilizan el Cinismo como actitud de vida para todos los ámbitos habidos y por haber.

Son esos individuos los que me han hecho -de a poco- poner barreras cuando conozco a alguien nuevo. Aunque por actitud siempre parto por confiar en todos por igual, a fe ciega, sin pensar que luego de las amabilidades de buena crianza viene el zarpazo por detrás. Peco de ingenuo y de ser derecho como me enseñaron desde pequeño.

Es obvio que a muchos nos pasa esto y que ojalá en porporciones numéricas sean siempre los menos quienes "si pueden te cagan". Ojalá la proporción siempre sea de un 80% de confiables versus un 20 % de personajes desconfiables. No obstante, a veces pienso que las cifras se han dado vuelta.

Quizás por eso he optado por no ser muy efusivo al momento de saludar a unos y otros. Porque ese cinismo de abrazar y querendonear a todo el mundo como si fueran viejos amigos de la vida es algo que me revienta y genera más desconfianza aún, ya que son esas mismas personas las que luego se lavan las manos de todo hecho para salir libres de polvo y paja.

Puede ser que también sea muy intuitivo, pero quizás tengo esa capacidad de poder diferenciar entre un trato o comportamiento sincero de otro sólo superficial y cínico. No es que ser educado sea el problema, va más allá, va en el trato diario. Allí es cuando uno puede diferenciar entre lo confiable y lo que no vale la pena.

Lo más cómico o tragicómico -en mi caso personal- es que no sé porque razón son justo esos individuos desconfiables que he detectado en mi vida, quienes más efusivos son en saludarte y tratarte, cuando ni siquiera hay confianza para ello. Uno queda medio "plop" con una sensación de extrañeza. La interrogante me ha hecho gastar bastante tiempo en dilucidar esas actitudes encubiertas.

Y mi conlusión es que simplemente son esos personajes - quienes sabiendo de su actitud cínica ante el mundo- actúan así cuando tienen a una persona leal e incluso permeable en frente. O en los casos más crónicos, no pueden quitar sus caretas de cinismo frente a nadie porque o si no dejarían al descubierto su podredumbre interior.

La típica frase, casi defensiva, que he escuchado muchas veces, del "yo no confío en nadie", no es más que una respuesta de la gente a las cuchilladas que han recibido durante sus vidas de estos desdeñables individuos, que quizás incluso han heredado estas actitudes en una especie de "ADN-Cínico", como he decidido llamarlo jajaj.

Por suerte aún no llego al nivel de poder decir como lema el no confiar en nadie. Ojalá nunca llegue a ese punto.

jueves, abril 26, 2007

Morir...


En las últimas semanas han muerto en torno a mí varios amigos y conocidos, algunos de mi edad, otros menos viejos, otros mucho más jóvenes. Es como si un mal viento soplara en estos rincones de la existencia. Con algunos he podido dialogar (bendito Internet) durante su proceso terminal. Con otros hemos hablado. De otros me han contado. En todos encontré la serenidad, el valor y, a la vez, la sorpresa de que de repente esto se acaba.


Una sensación que yo también experimenté cuando sentí muy de cerca el negro aleteo. Y es que a pesar de que la muerte es nuestra única certidumbre, nuestra cultura se basa en un esfuerzo constante para exiliarla de la vida. La vivimos siempre como la muerte del otro. O la banalizamos en las películas y en las imágenes de actualidad donde la acumulación de muerte, de sangre y de horror cotidianos nos instala en la indiferencia del espectador.


No siempre ha sido así en la experiencia humana. De hecho, a lo largo de la historia, la muerte ha constituido un tema central de las culturas, el misterio y la certeza a partir de los cuales se han organizado las formas de ser y de pensar, empezando por la religión, pasarela de transición entre la vida y la muerte. Pero en una cultura de consumo y gratificación inmediata, en una economía de competitividad y de ser más que el otro, en una política de ganar como sea y de afirmar nuestro poder sobre los demás, la muerte no tiene lugar porque es la relativización definitiva de los logros quiméricos que saturan las horas de cada día. De prisa, de prisa, porque hay que acumular lo más posible mientras podamos.


Por eso vivo sin vivir en mí, porque para tener más no me puedo parar a sentir la vida. Y porque al cabo de un tiempo de ser así, esa pausa autorreflexiva puede revelar vacíos insoportables, el vértigo del no ser. Más aún: si algo define nuestra sociedad es el individualismo, la acumulación de activos y la minimización de pasivos dentro de las fronteras biológicas de cada persona. Todo pasa por mí, por lo que quiero, por lo que me satisface. Incluso mis afectos son expresión de mí, objeto de mi deseo o de mi necesidad de poder. Y como el individuo es único, irreproducible, la destrucción de ese individuo, sobre todo si soy yo, acaba con todo. No hay nada más, porque mis proyectos, mi familia, mis amistades, todo me importa porque son míos, porque es mi prolongación en otras vidas y actividades.


Y si mis sensores ya no sienten, el principio fundamental de acumulación individual como sentido de lo que hago tiene una fecha de caducidad más allá de la cual todo lo que yo he hecho y sufrido pierde todo valor. Del ser al no ser: ésta es la cuestión.


La inmortalidad del espíritu mediante la obra (escribir un libro), la sucesión de generaciones (tener un hijo), la conservación del planeta (plantar un árbol), o sea, las tradicionales recetas populares para perpetuarse más allá de nuestra existencia como individuos pierden sentido en esa carrera contra el tiempo para seguir viviendo. La paradoja de nuestro tiempo: cuando tenemos la esperanza de vida más alta de la historia (80 años, aunque los promedios no cuentan para usted o para mí) es cuando nos sentimos más vulnerables, tanto que no podemos mirar de frente a los glaucos ojos de lo que nos espera.


Y esta incapacidad de nuestra cultura de integrar la vivencia de la muerte en nuestras vidas conduce al aislamiento de los moribundos, a la hospitalización del fin en las unidades especializadas, al abandono social de algo tan ancestralmente necesario como el luto. Y en último término al profundo lamento que brota de todas las mentes cuando sienten lo inevitable: si lo hubiera sabido...


Tantas cosas que nos dejamos por hacer. Tantos tremendos disgustos por asuntos que nos parecen ahora (y son en realidad) nimiedades. Tanto correr para llegar antes a la parálisis. La sorpresa, la terrible sorpresa. Ya no hay argumentos ni vuelta de hoja. Tan sólo que no duela. Lo cual generalmente se puede obtener (no siempre) aunque a cambio de anticipar la pérdida de conciencia. Por lo menos, eso sí, la muerte digna.


Pero ¿qué es la muerte digna? Oigan lo que escribió hace tiempo el cirujano y gran historiador de la medicina de la Universidad de Yale, Sherwin Nuland, en su obra “Cómo morimos”: “La creencia en la probabilidad de la muerte digna es nuestro intento y el intento de la sociedad de afrontar la realidad de lo que muy frecuentemente es una serie de acontecimientos destructivos que por su propia naturaleza implican la desintegración de la humanidad del moribundo. Muy pocas veces he visto dignidad en el proceso de nuestra muerte. La búsqueda de la dignidad falla cuando los cuerpos fallan... En realidad, la mayor dignidad que encontramos en la muerte es la dignidad de la vida que la precedió”.


La dignidad de la vida que la precedió. Y también la alegría y el sentido de la vida que la precedió. O sea ahora, para usted y para mí. ¿Sabe qué? Dejo de escribir, deje de leer, salimos al mundo y vivimos. Vivimos, sin más. Como si fuera el último minuto, el último beso, la última mirada y la última caricia del viento primaveral en las ramas del árbol frente a su ventana.

viernes, febrero 16, 2007

El Nuevo Periodista

Algunas verdades sobre el hoy y el mañana del periodismo. Los medios no deben estar al servicio del Estado, sino de la sociedad; su repercusión en la vida diaria y su futuro se llama “periodismo ciudadano”; la ética, la defensa de cualquier derecho humano deben estar presentes, porque son las personas las que importan; no existe crisis en el periodismo, existen nuevos medios tecnológicos que deben ser asumidos; si determinados medios se subordinan al dinero y al poder político, prostituyen el profesionalismo de sus periodistas.

Ser periodista es una opción vocacional, y puede conseguirse con esfuerzo, preparación, y algunas condiciones que marcan el perfil de un profesional de la información, pero sobre todo con tiempo, ganas y paciencia.

Las cualidades del “candidato a buen periodista”: la primera quizá sea la facilidad para escribir, porque es lo que hará toda su vida, y una enorme curiosidad intelectual. Además, cierta predisposición a la síntesis, porque hay que ir al grano, y a la abstracción porque el contenido debe plasmarse en un espacio reducido sin dejar nada fuera; la lectura de libros buenos porque es ahí donde se renuevan las ideas y se actualiza y enriquece el lenguaje; por último, y no menos importante, mucha salud que funcione como chaleco antibalas ante el estrés.

Ser periodista constituye toda una aventura, un reto diario, que hay que saber afrontar sin prisas, pero sin pausas: ese profesionalismo será el mejor antídoto para que la historia de los comunicadores termine bien, es decir, como debe hacerlo.

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